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lunes, 14 de octubre de 2019

CARTA ABIERTA A LA IGLESIA ADVENTISTA EN PANAMÁ


POR: CHEYCO CENTENO

Hay ocasiones en que la conciencia nos pide que guardemos silencio y quedemos impasibles ante las circunstancias de la vida, pero muchas veces sentimos tal inquietud que incluso la conciencia no nos deja dormir.
Ante la crisis que nos involucra a todos de forma indirecta muchos han decidido guardar silencio, otros desean hablar pero no se atreven, especialmente si son pastores. Sin embargo Dios nos ha dado la libertad de tener nuestras opiniones acerca de todo. Cuando el temor de hablar lo que sentimos es un impedimento para compartir nuestra opinión, somos presos aunque caminemos libres por las calles.
Es la una y treinta de la madrugada, me acosté temprano y descansé hasta las doce de la noche, pero de inmediato me desperté meditando en la triste situación que se encuentra atravesando la iglesia en Panamá, ya no es un asunto nacional, sino internacional, vuelan acusaciones de un lado y del otro y aunque los que ignorábamos todas estas ventilaciones somos espectadores, muchos esperan desenlaces a favor o en contra de quienes están involucrados. Después de media hora de meditación, me arrodillé al pie de mi cama por una hora, pecador así como soy e imperfecto, pero con la libertad de conversar con el dueño de todo. Pedí al Señor sabiduría para escribir lo que él quisiera poner en mi mente. He escuchado la opinión de muchos hermanos al respecto de la situación y he preferido no ser permeado de sus opiniones para decir no lo que ellos quieren sino lo que Dios desea.
La mayoría de las personas que componen la feligresía adventista me conocen, en los últimos años he preferido pasar desapercibido en el retiro de mi iglesia. He visto como se ha transformado la obra y la liturgia de la iglesia y que se entienda que ambas cosas son diferentes. Hemos dejado que el enemigo penetre nuestras filas de distintas maneras, desde el aspecto administrativo de la obra hasta las liturgias propias de cada iglesia y las pugnas internas de cada congregación por hacer ver a los hermanos quienes tienen más conocimiento. Nos hemos olvidado que somos cartas leídas al mundo, nuestro testimonio al final va a importar más que lo que decimos. Pero los líderes en general somos los responsables de ello; vergonzosamente los hermanos más humildes de la iglesia dan mejor testimonio que nosotros. Al final nosotros no nos damos cuenta que quizá nuestro testimonio haga que se pierdan mayor número de almas que las que creemos que salvamos con nuestras palabras.
La iglesia adventista es sin duda la  iglesia verdadera y todo aquel que conoce profundamente la doctrina, lo sabe. Pero a pesar de toda esta verdad no estamos exentos del escrutinio público, por lo que debemos caminar con pie de plomo para no ser un mal testimonio.
Después de esta larga introducción quiero advertir que yo no estoy de parte de ninguna persona, simplemente estoy de parte de la verdad y la justicia. En todo tiempo Dios ha hecho justicia con grandes y pequeños y sin lugar a la menor duda en este caso lo hará también.
Los hechos proferidos por las redes sociales y que se han virilizado a nivel internacional acerca de la obra en Panamá nos hacen sentir que estamos más cerca de la venida de Cristo, pensando en positivo. Sin embargo estamos conscientes y de acuerdo en que los escándalos no son algo por lo cual hay que alegrarse. Quizá en algunas personas si se abrigue este tipo de malicia, pero no debiera ser nuestro primordial deseo que a las personas afectadas les vaya mal. Si bien es cierto nadie acepta ser engañado, todo acusado siempre tendrá el beneficio de la duda.
No quiero dar crédito a las declaraciones del hermano Hugo Rivas cuya persona la mayoría de la hermandad no conoce físicamente, pero si doy crédito a su valor. No conozco las interioridades de los asuntos que el menciona porque no soy un experto en leyes, sin embargo tampoco podemos desestimar la envergadura de sus declaraciones aceptando de nuestros dirigentes que el hermano Rivas está atacando a la iglesia. A como yo lo veo, decir que el hermano Hugo Rivas está atacando a la iglesia es involucrar a toda la feligresía de ser cierto todo lo que él dice, como cómplice en actos ilícitos y censurables desde cualquier punto de vista.
Según lo publicado por él, son tres personas las indicadas en estos actos, dos de forma directa y una de manera indirecta. Yo no puedo acusar a nadie de algo que no he visto, pero hace muchos meses atrás hice una publicación vista por más de 33,700 personas en diferentes países, en la que de manera directa yo solicité a nuestro presidente por todo lo que él ya había alcanzado que renunciara, pues a mi criterio había hecho grandes cosas y que era mejor que el saliera de la obra con más gloria que pena. No sé qué le ha obligado a seguir adelante como líder de nuestra iglesia en Panamá. Mis argumentos fueron sinceros y con percepciones personales y mucho respeto, pues un buen consejo no se le niega a nadie. Tuve la oportunidad de conversar muchas veces con nuestro presidente y de manera muy cordial, luego, después de mucho tiempo hubo una transformación de conducta que nunca entendí pero respeté hasta este año.
He aprendido con los años que, si bien es cierto la experiencia es buena para ser un gran líder, también he aprendido que los grandes líderes saben cuándo ha llegado la hora de retirarse. Cuando uno comienza a envejecer nuestro juicio cognitivamente hablando se nubla y solo queda la prepotencia de ser un mandamás y se pierde la objetividad. Esto no quiere decir que somos inservibles, simplemente hay que darle crédito a la jubilación, porque para algo está. Este pensamiento nos libra de muchos problemas, pero cuando insistimos en permanecer en un lugar aun cuando ya no nos quieren, ya lo hacemos solo por llevar la contraria. Un consejo más pastor, no pase al olvido de la hermandad, nadie quiere hacer leña de un árbol caído con usted, simplemente le deseamos lo mejor. Su experiencia aun desde el retiro tiene que ser valiosa para la obra.
Antes de incurrir en todo este escándalo yo hubiera preferido que usted se hubiera retirado de la obra con toda dignidad y que espero aun la conserve después de todo lo que ha decidido enfrentar para salvaguardar su imagen y la de sus colegas en todo derecho, a quienes por cierto, también respeto y admiro; porque no es el hermano Hugo Rivas quien le está haciendo daño a la iglesia y tampoco él está mancillando la institucionalidad de la iglesia, porque no es ella la que está en juego, es la reputación de nuestros dirigentes. Por lo que le animo a que si ya inicio esta ruta de su defensa y tiene las pruebas para demostrarlo, la hermandad estará obviamente a la expectativa de su veracidad. Quiero recordarle mi apreciado pastor que una calumnia no lo es hasta que se haya demostrado lo contrario; el señor Hugo Rivas hizo unas declaraciones, no levantó una calumnia, usted con su argumento está llamado a demostrar que esas declaraciones fueron calumniosas si la verdad está de su lado. Lo que no puedo dejar de decirle querido pastor es que será una gran decepción si todo lo que el hermano Hugo sostiene resulta ser verdad, o al menos la mitad de lo que ha dicho. Usted ha representado por muchos años a nuestra amada iglesia y es evidente que goza de la aprobación de muchas personas, pero lamentablemente esta situación que es ya escándalo público es suficiente razón para que por lo menos mientras usted se defiende, alguien más pudiera dirigir la obra y cuando usted sea sobreseído pueda retomar sus funciones, si este fuera el caso.
Sabemos que ha decidido enfrentar la situación y eso nos transmite algo de confianza, pero por favor, no mencione que la institucionalidad de la iglesia está siendo mancillada, porque la acusación no es contra la iglesia, es contra su persona, los demás no tenemos que ver en nada con sus actos. Si la organización ha decidido apoyarle según lo que dice su carta desde el más alto nivel, procure salir bien librado de esto para que su fracaso no sea mayor. No destruya todo el éxito que alcanzó con en el favor de Dios, oramos por ustedes, al menos en mi hogar, pero no puedo quedarme impasible ante estas fuertes declaraciones que espero por su bien y el de los que lo rodean no sean realidad y pido que prevalezca la verdad, sin agraviar al hermano Hugo Rivas.
Termino diciendo algo que la hermandad debe entender hoy en día. Ciertamente llamamos a los pastores ungidos del Señor y ese adjetivo se gana con respeto y buenas obras, pero desaparece cuando las mismas no están en consonancia con la palabra de Dios. Solo a Dios se debe temer y no es nuestro objetivo fraccionar al sistema ministerial, pero si alguno de ellos ha tenido conocimiento de asuntos ilegales y rinde silencio, será cómplice delante de Dios y tarde o temprano él le pasará factura. La biblia está llena de historias de líderes ungidos por el Señor que también cometieron grandes errores y recibieron la desaprobación de Dios, del pueblo y de los profetas y entre ellos podemos mencionar a Saúl, David, Joás, Ezequías y todo esto aun contando los 19 reyes malos que tuvo Judá, muchos comenzaron haciendo las cosas bien y al final terminaron mal. No es lo que deseamos para usted estimado pastor, pero la evidencia histórica solo nos lleva a la simple conclusión que lo verdaderamente importante no es como se comienza, sino como se termina. 

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