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domingo, 5 de febrero de 2017

UN MINISTERIO POLÍTICAMENTE CORRECTO

Por: Cheyco Centeno

     Seguramente lo primero que viene a nuestras mentes en este artículo es el uso de la palabra política que no cabe en el ambiente religioso. Sin embargo la palabra política es la más apropiada que podríamos usar para describir el siguiente comportamiento.

     Si hablamos de liderazgo en la iglesia, nuestro concepto sería quizá un poco más abarcante que en el mundo secular. Para ser un verdadero líder se necesitan muchas virtudes que incluyen algunas que con el tiempo se podrían convertir en manías u otro tipo de cosas negativas. En nuestra iglesia el liderazgo no ha sido casuísticamente comparado con la política secular; hemos amoldado poco a poco nuestro estilo de seleccionar a nuestros líderes al estilo del mundo poniendo de último las virtudes por las cuales un líder debe ser seleccionado en la iglesia.

     En el año 428 a/c, Platón dijo que el gran problema de la Democracia es que no siempre asciende al poder el más capaz sino el más popular; y en la iglesia adventista en los últimos años ya tenemos bastante experiencia en esto. Politizar los mecanismos de selección de líderes en nuestra iglesia ha provocado que se realicen promesas como si estuviésemos en campañas del mundo, todos quieren ser populares, se escoge al más popular y no al más capacitado y todo esto ha resquebrajado la espiritualidad de la iglesia. Algunos ministros se dedican a realizar algún tipo de proselitismo entre los delegados, ofreciendo beneficios y otras cosas que a la postre no podrán cumplir. Se establecen movimientos separados, se hacen grupos y cada quien elige de qué lado estar, cuando lo que se requiere es un espíritu de oración para que Dios coloque sin influencias externas a quién Él más considere será capaz de asumir estas responsabilidades.

     Son tantos los privilegios de los que gozan los actuales líderes que todos desean ser el primero, esto ha viciado el orden eclesiástico de las cosas. Si bien es cierto un líder debe ser carismático, su principal carisma debe ser la humildad, seguido de la capacidad de hacer justicia y esto incluye el don de discernir y tomar decisiones correctas. Tenemos muchos líderes en nuestras asociaciones y misiones que son muy buenos pero que si pusieran en práctica la equidad sin preferencias, habría mayor equilibrio en el ministerio, los pastores no tendrían temor de acercarse a sus líderes y compartir sus inquietudes con hombres entregados al Señor. Pero lo cierto es que al nivel de las altas esferas de nuestra iglesia, actualmente reinan la soberbia, el orgullo y probablemente la vanidad de sentirse que pueden hacer lo que les dé la gana. Más allá del hecho de que la hermandad no se entera de muchas cosas está la antojadiza manera de imponer criterios sin tomar en cuenta la opinión de la membresía. Ya los procedimientos correctos han sido subyugados a la voz de mando de los líderes impositores, que cambian las reglas según les convengan para sus propósitos.

     Hay un viejo refrán que dice que “La voz del pueblo es la voz de Dios”. Muchos no quieren oír esto porque va en contra de sus propósitos personales, pero la mayor parte de la hermandad ya se ha dado cuenta de esto. Necesitamos líderes más consagrados, que antepongan los deseos de Dios a sus deseos personales, líderes que tengan una estrecha relación con sus congregaciones porque Dios demandará de ellos la sangre de los santos. Estamos conscientes que hay líderes que tienen un gran don de gente que combinado con las decisiones correctas y llenos de valor, sabrán decir  sí o no sin temor a los líderes máximos cuando se presente la situación apoyados por el poder de Dios. La entrega total al servicio de Dios en consagración les permitirá discernir mejor cuando necesiten emitir sus votos ante diferentes situaciones.

     Queridos hermanos en los últimos años hemos sido eclipsados por un aparente éxito en la obra de Dios con la proliferación de nuevas estructuras, cómodas oficinas  que son el deseo de muchos pastores, hermosos edificios en los cuales todos ambicionan trabajar, pero que sin el poder del Espíritu Santo se han convertido solo en templos de la vanidad el orgullo y la soberbia de quienes fueron gestores de dichas obras.

     En los inicios de la iglesia Adventista era imperativo realizar estas obras para avanzar con rapidez hacia todo el mundo; en Testimonios para la Iglesia tomo 1, la sierva del Señor ya condenaba el aumento del presupuesto para realizar ostentosas estructuras, cuando era necesario que el mensaje fuera esparcido a muchos lugares a donde aún no había llegado, incluso añade algunas palabras de reprensión que tuvo que dirigir a los líderes que buscaron la comodidad y que posteriormente no querían ser removidos de las altas posiciones. ¿Cualquier parecido con la actualidad es pura casualidad?

     Uno de los causales para retener todas estas inquietudes de parte de la hermandad, era sentirnos seguros que al publicar estas verdades, no fueran inquietudes promovidas en nuestros corazones por el enemigo. Y muchos nos hemos rehusado por largo tiempo a decir lo que está pasando y que aún puede ser corregido, por temor a Dios. Esto no solamente habitó en mi pensamiento y en el de muchos hermanos que no nos atrevíamos a hablar, también le sucedió a la sierva del Señor (TI  Tomo 1 pag. 72).

     No se puede tapar el sol con un dedo, la insatisfacción generalizada está siendo ignorada descaradamente, delante nuestros ojos están sucediendo cosas ante las que nos quedamos callados y nos convertimos en cómplices de las malas prácticas. Seremos señalados, si; algunos seremos estigmatizados a causa de la verdad, e incluso podríamos ser señalados por nuestros pecados, añadiéndoles un poco de mentira para poder fortalecer sus argumentos, pero si estamos hablando en nombre de la verdad no tendremos porque temer, porque al final Dios reprenderá a quien esté equivocado o quizá ocultando algo.

     Muchos hemos cometido pecados de los cuales ya estamos arrepentidos, pero que importa que los hombres no los borren de sus mentes si sabemos que Dios ya los borró de la suya. No señalamos con el fin de destruir sino de construir, siempre estaré orgulloso de mi padre que no ambicionaba posiciones encumbradas, y sé que hay muchos otros como él, pero su ejemplo es quizá uno de los mayores elementos que me han  sostenido en la fe. Nuca tuvo temor de hablar con la verdad ni como obrero ni como pastor.

     Apreciados hermanos, es nuestro deber orar diariamente por nuestros pastores, también son seres humanos con defectos que solo Dios puede reparar, sin embargo cada uno de ellos debe poner de su parte para que esa ambición por el avance de la obra no se convierta en codicia por ocupar grandes posiciones, Dios nos recompensará a cada una de acuerdo a lo que podamos hacer para el avance de su obra, pero debemos de concentrarnos en ella y no en cuán lejos queremos llegar profesionalmente.
     Llegar a cualquiera de nuestras instituciones y solicitar una cita con un presidente, es como llegar a la presidencia de la república; hay que realizar una cita con mucho tiempo de anticipación y no nos garantiza poder obtenerla; a veces somos ignorados descaradamente y la mentira se hace presente con cualquier excusa, ya todos lo hemos vivido. Por muy simple y sencilla que fuera la solicitud los presidentes de hace muchos años, eran presidentes de puertas abiertas, escuchaban a sus hermanos, fuera bueno o malo su mejor herramienta era orar con cada uno de ellos. Pero hoy en día tenemos una élite diferente y todos parecen estar muy por encima del resto de la hermandad. Ya no hay humildad, ni siquiera las relaciones humanas sinceras se perciben y como muy popularmente se dice “parecemos Google” solamente nos buscan cuando nos necesitan. Sin temor a equivocarme algunos de nuestros líderes han adquirido la mala costumbre de ver a los demás por encima del hombro, algunos incluso ni siquiera saludan con entusiasmo a sus hermanos y lo que es más he recibido quejas de hermanos que han sido prácticamente ignorados por nuestros presidentes y en otros casos incluso ellos esperan a que se les salude primero. ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué creemos que es la iglesia? Nuestros líderes ya deben de despojarse de ese manto de vanagloria y vestirse de humildad, incluso podría mencionar nombres pero el propósito de estos artículos es que haya una reforma de nuestros principios en nuestros ministros y que todo aquel que trabaje en la obra aunque no sea un pastor no crea que vale más que los demás. Debe existir un ambiente de cordialidad en todas nuestras instituciones y de esta misma manera el avance de la obra de Dios será más prolífico. El tema de la igualdad ante los ojos de Dios es primordial, y palabras más palabras menos Él requiere de nosotros cordialidad para que impere la humildad y la unidad, este solo testimonio ganará más almas para Cristo que cualquier otra cosa, ponedlo en práctica y verán como la iglesia será transformada y prosperada.

     Apartemos la política en la selección de nuestros líderes, usemos el mecanismo infalible del Espíritu santo y no escuchemos influencias externas que nos piden apoyo para esta o aquella posición. Dejemos que Dios nos use cada vez que tengamos que elegir a nuestros líderes, especialmente busquemos la humildad en ellos, y pidamos mucho en oración a Dios a cuales debemos elegir. Los más influenciables siempre suelen ser los delegados, Dios les ha dado el privilegio de escoger a quien dirija, pero el amiguismo ha manchado en los últimos años los verdaderos propósitos de Dios dejándose manipular por este o aquel que desean llegar a las más altas posiciones de nuestra organización. Muchos delegados también tendrán que dar cuenta a Dios por no dejarse dirigir por el Espíritu Santo sino por un hombre. Líderes como estos tienen sus días contados y por lo general siempre suelen salir con más pena que gloria. Normalmente el líder que no ambiciona estas posiciones pero que por sus méritos y sin influencias externas llega a dirigir en la obra de Dios, ha sido definitivamente escogido. Esta determinante circunstancial lo llevará a realizar una obra con el poder del Espíritu Santo al punto que nadie le tendrá que decir cuándo debe abandonar el puesto para dar paso a otro líder porque él mismo ya lo sabrá, este será un verdadero líder.

     Nuestros actuales líderes se han dado a la tarea de sembrar en el inconsciente colectivo de nuestra iglesia que todo lo que están haciendo es para que la obra avance, pero más allá de la dirección equivocada, están llevando  a un sueño profundo a una hermandad que cree ciegamente en que toda la bonanza que ven es indicativo de prosperidad. Cada vez que escuchamos hablar a nuestros líderes resuena en nuestros oídos un discurso populista que tranquiliza a la membresía, y “estamos haciendo” y “haremos”, cuando el discurso evangelístico se ha dejado enterrado. No quiero usar los “Testimonios para la Iglesia” de la sierva del Señor, porque espero sinceramente que el rumbo se corrija no por lo que yo diga, sino por el análisis introspectivo que cada uno de ellos haga de sí mismo. Adquieran el temor de Jehová para que las verdaderas bendiciones de Dios no lleguen en forma de Edificios con suntuosas oficinas que no hacen más alimentar la codicia de muchos, sino en forma de ganancia de almas que a la postre traerán como añadidura todo lo que realmente la obra de Dios necesita para ser terminada. Dios les bendiga.

        

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